
Saludos
Alguna vez el historiador español Carlos Fisas, refirió al último verso como equivalente a cien tratados sobre el amor. Y no le erró ni un centímetro.
Seguiremos con los temas históricos, pero también vamos a empezar a ampliar el rango de lecturas. El hecho de leer solo por el placer de hacerlo, amerita el descubrir nuevos horizontes.
Ese soy yo, en primer plano mis botas laborales, sobre la derecha el GPS que estaba tomando datos y a la izquierda en la lejanía una de las baterías de la empresa.
Allí estuve acostado, como veinte minutos, cuando en ocasiones cesaba el viento el silencio permitía oir perfectamente el aleteo de algún ave que pasaba por las cercanías, y cuando soplaba nuevamente el golpeteo rítmico del pasto sobre la superficie de mi casco acompañaba mi adormecimiento.
Y si, es como alguno que otro seguramente habrá pensado. Encima me pagan.
Saludos
Desconozco el idioma francés, pero alguna de las expresiones son (por denominarlo de alguna forma) deducibles. Si amplían la imagen podrán observar a qué me refiero.
Mas allá de el hecho de estar de acuerdo o no con estas prácticas, sobre lo que cada lector es soberano, el tarifario y sus "prix d'amour" me parece de un pintoresquismo que ya hemos perdido. ¿A quien se le ocurriría, hoy por hoy, algo similar?
Respondiendo a la amable solicitud de algunos lectores, aquí pueden observar con detenimiento el régimen tarifario.
Esta foto es de hoy a la mañana, tomada en una pequeña instalación de la empresa, a unos 140 km de mi oficina. Si bien yo estaba en el medio del campo y tenía el cielo celeste encima mío, el arco iris señalaba que estaba al alguna parte lloviendo.
Probablemente si alguien estaba en ese instante bajo la lluvia, la vista le permitiría observar que a unos cuantos kilómetros estaba el cielo celeste.
No mas de treinta minutos después de tomada esta foto teníamos un aguacero que hacía flamear la camioneta mientras volvíamos por la Ruta 3, y ahora, al escribir estas líneas en mi oficina, nuevamente está soleado.
Vos, estimado/a bloggero/a que estás leyendo este divague ¿qué cielo tenés sobre tu cabeza? Independientemente de cual sea, y apelando a dos frase viejas y trilladas, todo cambia y siempre, pero siempre, que llovió paró.
En primer plano la protagonista de este post. Al fondo se observan unos arrolladitos que constituían la entrada y, sobre la derecha, esa tapa de madera oculta la parrilla que mañana será nuevamente utilizada a mansalva.
En esta oportunidad, sí le saque una foto a los postres. Por allí hay unos spaghettis de chocolate de los que me encargué personalmente.
Y por último, la foto está sin flash para que se pueda apreciar la vista. En esa mesa suelo almorzar. Detrás de la empalizada blanca hay un barranco, luego la playa (que no se advierte por la perspectiva) y al fondo se observa la Bahía San Sebastián.
Una vez mas, buen provecho a todos.