domingo, agosto 26, 2007

Qué grande estás...

Si parece ayer cuando, en el viaje a la luna de miel, hablábamos con tu madre acerca de cual sería tu nombre en caso que fueras niña. Todavía no existías. Once meses después te tuve en mis brazos.
Las dos primeras imagenes, en el vientre de ella, te mostraban primero en movimiento y luego quietita, con una mano detrás de la cabeza y chupándo los deditos de la otra. Nos preguntó el especialista, pero no quisimos saber tu sexo hasta que nacieras.
Tu nacimiento, tus primeros días, tu primer cumpleaños, tus berrinches, tus garabatos.
Aquella noche, en la que no tendrías mas de tres años, que te despertaste y viniste a nuestra cama. Como otras veces, pero esa noche sentí que se movían mis sábanas y eras vos tratando de treparte. Como otras veces las aparté para que subieras. Como otras veces me abrazaste y seguiste durmiendo.
Pero esa vez, por algo que no recuerdo, te sentí allí, tan chiquita, con tus brazos rodeándome que solo atiné a sonreir y pensar lleno de agradecimiento Señor... ¿cuanto vale esto?
Llegó tu hermana, después llegó el jardín y la escuela. Te dormías mientras yo te leía cuentos, cuando a la mañana a veces te levantaba para la escuela, te gustaba que te preguntase ¿Te declarás oficialmente despierta?
Siguieron los años, seguiste creciendo, pasaron los grados, aparecieron los amiguitos.
También llegó el momento de dejar Capital y venirnos a Tierra del Fuego, el corte con quienes teníamos allá, el buscar otra escuela aquí, empezar a movernos en un terreno desconocido, pero que auguraba un desarrollo mejor.
Luego fuiste señorita. No me lo quisiste decir y, por supuesto, no te culpo. Todo cambio trae aparejadas cuestiones muy internas, que son de cada uno.
La noche en que tu madre y yo les dijimos que no seguiríamos juntos, tu silencio me dió a entender que algo no estaba bien. El llanto de tu hermana era, tal vez, mas acorde a la situación. Pero tu silencio me traía imágenes de mi persona que no quisiera en vos.
Hace poco me comentabas acerca de que habías tranzado con un chico. Yo, con cara de póquer pero tragando saliva te pregunté Definí tranzar, por favor y tu explicación sobre que se trata de unos cuantos besos, me llenó de alegría ¿sabés por qué? porque me lo dijiste y confiaste en mi.
Hoy, mi amor, estás grande. Anoche te veía discutir a rabiar con tu madre y tu hermana y, mientras yo trataba de contemporizar, pensaba en tu rebeldía (natural, lógica y deseable a tus catorce años), que como padre estoy obligado a tratar de encauzar, pero que admiro, porque es la que en muchos aspectos de mi vida me faltó.
En estos momentos nuestros caminos están unidos, pero ya vendrá también la hora en la que tengas que viajar a desarrollarte en tus conocimientos. Empezaste pensando en la paleontología, y ahora estás en la psicología. Y vaya uno a saber si será tu última opción o habrá otro cambio. A mi no me importa. Yo, tu padre, voy a estar para ayudarte en todo lo que necesites.
Ni vos ni tu hermana leen este espacio. Saben que existe pero nada mas. También tengo la tranquilidad que no hay nada de lo que aquí escribí que no sepas.
Sabés que te amo, que deseo que todo lo mejor sea sobre vos. Sabés que le ruego a Dios te bendiga.
Sabés que acá estoy.

jueves, agosto 23, 2007

Ocasión especial

Como explicara Carl Sagan en su libro Cosmos, nuestro sistema numérico tiene una estructura de diez en diez que deviene de cuando los primeros seres aprendieron a contar, valiéndose de la ayuda de sus dedos. Si hubiésemos sido creados con seis dedos en cada mano, muy probablemente la estructura mencionada sería de doce en doce.

Por eso es que se les asigna una importancia mayor, por lo significativo, a los números terminados en cero siendo que marcan un corte, cuando desde la aritmética son solo un número mas.

Hay una imagen que hace bastante me pasaron por mail y siempre quise colgar aquí, pero no me imaginaba bajo que pretexto. Entonces, siendo éste el post número 100, aprovecho para salirme un poco de lo formal (que a veces agobia) y solamente adosarla. Que cada quien saque sus conclusiones (o tome sus medidas) y le encuentre utilidad. Evidentemente hay quienes tienen tiempo de estudiar y tabular temas tan "curiosos"



Por supuesto que quienes reunimos los requisitos de ser argentinos, porteños e hinchas de Huracán somos todos del grupo colorado.

Saludos a todos

miércoles, agosto 15, 2007

Tres bellezas (I)

En líneas generales, los autos que más me gustan tienen que ver con la época de mi infancia.
No por el hecho de que yo haya sido infante, sino porque los diseños tenían su personalidad. Hoy día cuando converso con alguien de automovilismo (aunque siga siendo un fanático), suelo colocar como argumento que, en la actualidad, los Fórmula Uno son todos iguales. Si los pintamos a todos de blanco, después que alguien me diga cual es cual.
Hay muchos que fueron determinantes y, a riesgo de ser injusto, quiero hablar sobre tres Sport Prototipos que tuvieron aun alguna faceta en especial.
Este que menciono hoy también lo cité aquí, y fue mi primer amor.






El Matra Simca 650 era un producto de la época dorada de esta categoría, tuvo sus versiones de cola corta y larga (típica versión para correr en Le Mans) y también provocaba el deleite de los hinchas con algo de lo que me han hablado, pero que lamentablemente no disfruté. Su sonido.
Los motores de aquella época tenían un ronquido característico, en tanto que los Matra producían un sonido parejo y agudo. Me lo han descripto como un violín.

La foto corresponde a las 24 Horas de Le Mans de 1970 y quien lo conduce es el malogrado François Cevert.
El color azul es el que, de acuerdo con los códigos automovilisticos que se han manejado por años corresponde a los autos franceses. En otro momento voy a ser más extenso sobre el particular.
Y (mambo particular) recuerdo que cuando, siendo un pibe, veía en la revista Corsa fotos de esta máquina, el detalle que me causaba mayor agrado eran las ópticas y la boca de entrada de aire, como si fuesen los ojos y los labios del Matra.
Con respecto a esto último, en francés la palabra “auto” lleva artículo femenino. Ellos siempre dijeron que el auto es como una mujer, puede brindarle al hombre sensaciones perfectas e insospechadas. Y también dejarlo tirado en el momento menos pensado.
Saludos a todos

viernes, agosto 03, 2007

Metamorfosis

Hace veinte años:
Ir al gimnasio de Spinosa (por el barrio de Almagro) con mi amigo Fercho y hacer toda la rutina. A la vuelta refugiarse en una de las pizzerías de Boedo y engullir una grande de muzzarella cada uno, con gaseosa.

Anoche:
Ir al gimnasio Perfil, hacer toda la rutina. A la vuelta rallar cuatro zanahorias, un touch de aceite de oliva, una manzana y agua.

¿En qué me estaré convirtiendo?

miércoles, agosto 01, 2007

El baile de la gambeta

Cómo me gusta este tema de la Bersuit...

Por eso ahora vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.
Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.

Y por que si,
porque sobran las bolas,
de matarla con el pecho
y no tirarla afuera.
Para jugar
de local en cualquier cancha,
aunque pongo el corazón
y vo' ponés la plancha.

Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.
Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.

Y, porque soy
de la escuela del Bocha,
voy con la fantasía
a la estrategia fría.
Y, si no hay copa,
que haya cope para la gente,
que salta sobre el dolor
y nace nuevamente...

¡Vamo'!..

Y si me voy,
así como de repente,
es como un viaje más
para el que viaja siempre.
Si he de morir,
no quiero como la oveja,
que cuando no da más lana
el amo la degüella.

Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.
Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.

Tomala vos, dámela a mí,
si te quedas... ¿por qué no venis?
Movela como sea,
que ya llegó la hora
del baile de la gambeta.

Para cambiar de suerte
Fantaseo una jugada
Hay que ahuyentar la muerte
con la pelota encendida.
Para cambiar de suerte
Lleva el alma de una queja
Hay que ahuyentar la muerte
Y el cuero es pura vida.
Para cambiar de suerte
Si la suerte ya está echada
Hay que ahuyentar la muerte.
Y es el final del partido,
Para cambiar de suerte
Meto un gol de corazón
Hay que ahuyentar la muerte
Para gritarle al olvido
Para cambiar de suerte

Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.
Vamo' a bailar,
para cambiar esta suerte.
Si sabemos gambetear
para ahuyentar la muerte.

Creo que más allá del ritmo, la sangre que le ponen, etc, hay un verso que me resulta determinante.
Y porque sí, porque sobran las bolas, de matarla con el pecho y no tirarla afuera.
Cada vez que lo escucho se me eriza la piel.
Quien la para con el pecho, no solo se hace cargo, sino que se anima a salir jugando. No se la saca de encima, la pone contra el piso, la duerme y comienza a hacer él su propio camino.
Ese camino podrá salir bien o mal, pero es el de él. Habrá que eludir marcadores, tal vez tengamos cancha barrosa o el césped mas verde.
Quizá se escuche algún ¡pasala!
Pero en algunas instancias de la vida, creo que conviene animarse a ser morfón.
Obviamente no estoy hablando de fútbol.
Saludos a todos