Ella era solo una mas hasta que, quien sabe cuando, empezó a no serlo.
Él era el mismo de siempre hasta que, sin saber por qué, se sintió diferente.
Los días eran todos iguales pero uno de ellos, cualquiera, tuvo un detalle especial.
Ese día Él percibió esa diferencia, estaba en su interior, y se generaba cuando la veía a Ella, notó que la combinación que ofrecían sus ojos y su sonrisa le quitaban el aliento.
Él y Ella compartían algunos espacios y tiempos por obligaciones comunes.
Ella y Él habían pasado por experiencias similares en tiempos distintos.
Él y Ella solían conversar sobre aquello que vivían, a veces intercambiaban palabras de ánimo.
Ella y Él se hacían mutuas bromas inocentes sobre terceros.
Ya Él tenía otros ojos para Ella, pero se ocupaba bien de disimularlo, principalmente a sí mismo.
Aunque ni Ella ni Él debían rendir cuentas a nadie.
Una tarde Él supo que hacía agua por doquier, que ya no podía seguir en esa situación.
Y haciendo lo posible por poder estar unos instantes a solas (que no era fácil) le confesó lo que sentía, de la mejor forma que pudo. No fue mas que eso.
Pasaron algunos meses. En el interín hubo algún intercambio epistolar. Luego Él decidió ir por Ella nuevamente.
Él era el mismo de siempre hasta que, sin saber por qué, se sintió diferente.
Los días eran todos iguales pero uno de ellos, cualquiera, tuvo un detalle especial.
Ese día Él percibió esa diferencia, estaba en su interior, y se generaba cuando la veía a Ella, notó que la combinación que ofrecían sus ojos y su sonrisa le quitaban el aliento.
Él y Ella compartían algunos espacios y tiempos por obligaciones comunes.
Ella y Él habían pasado por experiencias similares en tiempos distintos.
Él y Ella solían conversar sobre aquello que vivían, a veces intercambiaban palabras de ánimo.
Ella y Él se hacían mutuas bromas inocentes sobre terceros.
Ya Él tenía otros ojos para Ella, pero se ocupaba bien de disimularlo, principalmente a sí mismo.
Aunque ni Ella ni Él debían rendir cuentas a nadie.
Una tarde Él supo que hacía agua por doquier, que ya no podía seguir en esa situación.
Y haciendo lo posible por poder estar unos instantes a solas (que no era fácil) le confesó lo que sentía, de la mejor forma que pudo. No fue mas que eso.
Pasaron algunos meses. En el interín hubo algún intercambio epistolar. Luego Él decidió ir por Ella nuevamente.
Su plan era sencillo, cenar con Ella.
Organizó esa noche mas de un mes antes de concretarla, incluso antes de invitarla.
Él preparó su hogar, hizo reparaciones, renovó algunos elementos, compró otros que no tenía. Calculó la música de la velada contemplando que determinados temas se oyeran en los momentos justos. Se asesoró lo mejor posible en cuestiones culinarias desde bastante tiempo antes con una prima cómplice, nada de lo que cenarían esa noche sería preparado por primera vez. Todo tuvo su ensayo. Todo era para y por Ella.
Mas de una vez Él se preguntó si Ella aceptaría venir (la autoestima no era su fuerte) pero las pulsaciones de su corazón mientras planificaba hacían que las vísperas, tan solo eso, ya valieran el esfuerzo.
Cuando todo estuvo como Él quería no dilató más las cosas y la invitó. Y Ella aceptó.
Él ya lo tenía todo. Y el motivo era uno solo, se había vencido a si mismo, a su falta de confianza, de allí en más todo era ganancia.
Ella y Él vivieron una velada muy agradable. Ella sabía lo que Él sentía. Él buscó una vez mas acercarse.
Una vez más, no fue mas que eso.
Hoy, pasado el tiempo, Él recuerda con una sonrisa toda la logística desplegada, los tiempos invertidos, todo lo que hizo para y por Ella. Ni se le ocurre preguntarse si valió la pena el esfuerzo. Lo que Él vivía en las vísperas ya lo había justificado.
Él ya no va a quedarse con esa pregunta ¿y si lo hubiese intentado?
Él lo intentó, hizo todo lo que pudo.
Todo. Él lo sabe y está tranquilo.