Si bien soy muy aficionado a la música, desde siempre tengo una enorme dificultad para moverme acompasadamente (forma elegante de decir que soy un tronco para bailar). Puedo intentar algo si se baila “suelto” porque tampoco me importan demasiado mis movimientos grotescos, pero por ejemplo, jamás pude bailar un lento sin detenerme cada tres pasos para comenzar otra vez. Cada vez que, en una fiesta o donde sea se baila, mi esposa me mira con una cierta, digamos, conmiseración (ellá sí es buena para estos trotes).
Resulta ser que el año pasado, ella comenzó a tomar clases de tango en uno de los talleres municipales que hay aquí en Río Grande. Cuando se hacían las milongas una vez por mes yo iba también a escuchar buenos tangos y tomar algo mientras ella bailaba con sus compañeros. Y alguna que otra vez me preguntaban si no me gustaría aprenderlo yo, el profe de ella también me consultaba lo mismo... pero qué les iba a decir, si lo mío no es el baile.
Este año al comenzar las actividades de vuelta, pasado el primer mes de clases decidí anotarme, total, ¿qué podía perder? Aparte me resultaba interesante el reto de intentar aprender un baile que no es fácil, dado que el hombre es el que hace bailar a la mujer marcándole cuales son los pasos que quiere hacer, mientras tiene que estar pensando en sus propios pasos, etc. Son dos clases por semana, así que podía combinar con otras actividades que tengo, en fin... me las iba a arreglar.
Cada clase se inicia con movimientos de relajación, luego con rítmicos (para ir ganando equilibrio y velocidad) y después con la práctica de caminatas y pasos sencillos. Luego se arman las parejas, y a bailar se ha dicho, bajo la mirada del profesor, cada dos o tres tangos se cambian las parejas para que todos bailen con todos.
Ahora bien, el salón tiene un lado todo espejado que es donde nos miramos durante los movimientos de relajación y rítmicos, y allí me veía yo, moviendo los brazos y las piernas a lo karate kid, tratando de no reírme de mí mismo y pensando “que desastre que soy ¿qué es lo que hago acá?”.
Ni se imaginan lo que me costó caminar el tango, luego vinieron los primeros pasos elementales (otro parto con cada uno de ellos) y luego ir a mi primer milonga. De vergonzoso nomás ni salí a la pista, mi esposa bailó y bailó con sus compañeros (que son de un nivel mas avanzado), pero yo me quedé mirando. Ya en la segunda me animé a caminar un par de tanguitos.
El miércoles pasado me salió todo (con imperfecciones, pisotones a las chicas, pérdidas de ritmo, etc.) pero en suma, cada paso que intenté me salió. La arrepentida, la hamaca, la baldosa, el ocho, el ocho cortado, repito que ninguno perfecto, peeero mal que mal, salieron. Obviamente me faltan años para bailar como corresponde, aunque a decir verdad, lo que logré hasta hoy pensé en lograrlo jamás.
Quien lo iba a decir... un porteño de pura cepa, venirse a Tierra del Fuego a aprender a bailar el tango...
Resulta ser que el año pasado, ella comenzó a tomar clases de tango en uno de los talleres municipales que hay aquí en Río Grande. Cuando se hacían las milongas una vez por mes yo iba también a escuchar buenos tangos y tomar algo mientras ella bailaba con sus compañeros. Y alguna que otra vez me preguntaban si no me gustaría aprenderlo yo, el profe de ella también me consultaba lo mismo... pero qué les iba a decir, si lo mío no es el baile.
Este año al comenzar las actividades de vuelta, pasado el primer mes de clases decidí anotarme, total, ¿qué podía perder? Aparte me resultaba interesante el reto de intentar aprender un baile que no es fácil, dado que el hombre es el que hace bailar a la mujer marcándole cuales son los pasos que quiere hacer, mientras tiene que estar pensando en sus propios pasos, etc. Son dos clases por semana, así que podía combinar con otras actividades que tengo, en fin... me las iba a arreglar.
Cada clase se inicia con movimientos de relajación, luego con rítmicos (para ir ganando equilibrio y velocidad) y después con la práctica de caminatas y pasos sencillos. Luego se arman las parejas, y a bailar se ha dicho, bajo la mirada del profesor, cada dos o tres tangos se cambian las parejas para que todos bailen con todos.
Ahora bien, el salón tiene un lado todo espejado que es donde nos miramos durante los movimientos de relajación y rítmicos, y allí me veía yo, moviendo los brazos y las piernas a lo karate kid, tratando de no reírme de mí mismo y pensando “que desastre que soy ¿qué es lo que hago acá?”.
Ni se imaginan lo que me costó caminar el tango, luego vinieron los primeros pasos elementales (otro parto con cada uno de ellos) y luego ir a mi primer milonga. De vergonzoso nomás ni salí a la pista, mi esposa bailó y bailó con sus compañeros (que son de un nivel mas avanzado), pero yo me quedé mirando. Ya en la segunda me animé a caminar un par de tanguitos.
El miércoles pasado me salió todo (con imperfecciones, pisotones a las chicas, pérdidas de ritmo, etc.) pero en suma, cada paso que intenté me salió. La arrepentida, la hamaca, la baldosa, el ocho, el ocho cortado, repito que ninguno perfecto, peeero mal que mal, salieron. Obviamente me faltan años para bailar como corresponde, aunque a decir verdad, lo que logré hasta hoy pensé en lograrlo jamás.
Quien lo iba a decir... un porteño de pura cepa, venirse a Tierra del Fuego a aprender a bailar el tango...
Y a quien no la haya visto, le recomiendo la muy buena película de Richard Gere que da título a este post.
9 comentarios:
Otro maderón saluda de este lado. Jamas de los jamases bailaria tango. No bailo ni cuarteto que es lo mas facil del mundo. Sufria tanto con las coreografias en el secundario. ¨Lo mio es otra cosa¨, esa era mi excusa.
Me alegro de que hayas aprendido y que te salgan todos los pasos.
Besos.
Ahhhhhhh!!! cuando de bailar se trata, me prendo con lo que venga.. hasta chamamé he bailado con un amigo hace muuuuuucho.
A cararrota no me gana nadie.
Pero el tango... no.
De por sí el tango me parece triste y depresivo así que ni se me cruza bailarlo.
Y me alegro que te hayas animado.
Quien te quita lo bailado, pisoteado, enroscado, equivocado?
Besos.
A mi me fascina bailar, cualquier cosa.
Tango no se, y muero por aprender. La verdad es que lo describís con tantas ganas que estoy segura de que vas a bailar pronto como los dioses el 2 x 4
Flor: El desafío fue empezar por algo difícil. Por supuesto que aparte me gusta el tango, sino fuera así ya me hubiesen echado. Animate niña (con el ritmo que te parezca), que también ayuda a despejar los pensamientos.
Araña: Por supuesto que no me lo quita naides, y mas todavía cuando antes no me había animado a nada...
Plumetti: Jeje, gracias por el aliento... haremos el intento de ir mejorando, dado que vos también querés aprender, por allá hay varias academias y talleres. Vale la pena
Buenisimo Hurricane! No aflojes, y nada de timideces! Yo también aprendí tango, a mi esposo le costó muchísimo, le daba verguenza, sentía que lo hacía mal, pero "bailar es soñar con los pies" como dice Sabina, a mi no me importa si baila bien o mal, lo que me gusta es bailar!!
Me encanta bailar, pero cuando veo alguien que baila como los dioses, me hace sentir disminuida... je. Y me da una sana envidia.
Felicitaciones por animarse, Hurri!
Ana: Que bueno que también lo bailen con tu esposo, lindas milongas se deben armar en Montevideo.
Magic: Durante las milongas estamos todos, los del elenco del profe y los que apenas caminamos, allí es donde asoma la vergüenza mirando a los que bailan en serio. Pero al final, terminamos todos en la pista
Cyn: Voy a ir con el equipo completo de Huracán, a ver como le cae.
Felicitaciones, fundamentalmente por vencer el miedo y esa autoverguenza que nos atornilla a una vida rutinaria.
Viene bien la experiencia y voy a intentar hacer algo con cosas que me han quedado colgadas, como aprender guitarra...
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