Alguna vez comenté que iba a ocuparme de los ejemplares que se observan en los gimnasios (pluralizo porque imagino que los especímenes deben ser similares en todos lados) pero eso quedará para otra ocasión. Esto ocurrió la semana pasada.
Resulta que al que yo voy también concurre un muchacho con un evidente retraso mental. No tiene las características fisiológicas típicas del Down, pero se lo observa siempre aislado, con mucha dificultad para la expresión y con algunos temas en la motricidad.
Yo estaba trabajando en la máquina de los hombros y él, junto con una instructora se aproximó a una de las de dorsales, ella le explicó como trabajar en el lugar y él lo intentó en tres o cuatro oportunidades sin mayor éxito. Era evidente lo que le costaba bajar acompasadamente la barra a pesar de estar cargando un peso muy leve (acoto que el muchacho en cuestión es enorme), entonces ante un nuevo consejo de la instructora (cordial en todo momento), este chico la mira y le dice
Es que no quiero romper nada
Me dejó paralizado, pensando ¿y quien te dijo que ibas a romper algo?
A veces cierta información que nosotros los adultos y "sanos" (digamos así) ofrecemos, puede dejar una huella indeleble. Y en algunos casos, dañina.
Este muchacho no nació sabiendo que rompía cosas. Alguien se lo enseñó, seguramente sin mala intención, pero entonces además de sus problemas carga con el peso de la responsabilidad de ser el que rompe cosas.
Portate bien
No rompas nada
Quedate quieto
Esas frases de cabecera pueden tener un doble filo...