Alguna vez, en un par de post un tanto extensos, comenté sobre mi gusto por conocer la historia desde el lado perdedor. La historia que se silencia, que se oculta o aquella que permanece sepultada por la que consideramos "oficial"
Hoy, mientras escuchaba en la radio algunos comentarios referidos al 2 de abril recordaba un poema de Jorge Luis Borges, conocido seguramente por muchos, y que cada vez que lo leo me genera una sensación muy particular, de simpatía por Juan y por John. Porque ellos, cada uno a su modo, fueron perdedores, y esa historia oculta la retrató don Jorge Luis con una situación ficticia, en pocas líneas pero en todos sus aspectos.
Juan López y John Ward
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote. El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Sin yo cometer la torpeza de analizar un poema de Borges. ¿Por qué pienso que ambos perdieron?
Porque pienso en Juan, que es probable que su edad fuese 18 años, que su entrenamiento consistía en unos cuantos gritos dados por oficiales a los que, seguramente, luego no pudo ver. Que tal vez apenas podía manejar un arma.
Porque fue mal pertrechado, mal alimentado y peor contenido.
Porque provenía de un pais sin pasado bélico, cuyas Fuerzas Armadas (por otros motivos) eran históricamente resistidas por sus ciudadanos, y él estaba allí solo por pertenecer a la clase equivocada.
Porque aun a pesar de sus carencias él y otros se esforzaron por darle una leccíon a quien venía. Y él y otros se la dieron. Pero él y otros no lo supieron.
Porque si acaso tuvo una tumba decente, fue porque quien había sido su enemigo se la tuvo que proveer.
Porque Juan no se lo merecía.
Y pensando en John, su realidad era totalmente diferente. Tal vez haya sido un militar de carrera, su equipamiento lo conocía a la perfección.
En su caso, venía con la consigna de defender una nacíon que tiene aproximadamente 1300 años de entrenamiento para la guerra.
Seguramente sus restos fueron recibidos en suelo británico, cubierto su ataud con la Union Jack y mientras le descendían un grupo de gaitas hacía tronar "Amazing Grace" para despedirle.
Pero en él había mas... en su pecho no solo había espacio para medallas. También había intereses, sentimientos, y un corazón.
Él tampoco se lo merecía.
Por eso siento que perdieron. Tal vez uno y otro son héroes en su tierra. Quizás hay dos ciudades que les recuerdan. La una con el "Pasaje López" y la otra con su "Ward Street". Pero recuerdan sus nombres nó sus esencias, ni sus amores, ni sus miedos, ni sus esperanzas, ni lo que verdaderamente les interesaba. Solo recuerdan 74 días de historia.
Es demasiado poco. Cuantos Juan y cuantos John habrá.
Y a ellos, a quienes perdieron de este y del otro lado quiero dedicar estas lineas.